El átomo de Bohr
Las
primeras aportaciones relevantes de Bohr a la Física contemporánea
tuvieron lugar en 1913, cuando, para afrontar los problemas con que
había topado su maestro y amigo Rutherford, afirmó que los movimientos
internos que tienen lugar en el átomo están regidos por leyes
particulares, ajenas a las de la Física tradicional. Al hilo de esta
afirmación, Bohr observó también que los electrones, cuando se hallan en
ciertos estados estacionarios, dejan de irradiar energía.
En realidad, Rutherford había vislumbrado un átomo de hidrógeno conformado por un protón
(es decir, una carga positiva central) y un partícula negativa que
giraría alrededor de dicho protón de un modo semejante al desplazamiento
descrito por los planetas en sus órbitas en torno al sol. Pero esta
teoría contravenía las leyes de la Física tradicional, puesto que, a
tenor de lo conocido hasta entonces, una carga eléctrica en movimiento
tenía que irradiar energía, y, por lo tanto, el átomo no podría ser
estable.
Bohr aceptó, en parte, el modelo de
Rutherford, pero lo superó combinándolo con las teorías cuánticas de Max
Planck (1858-1947). En los tres artículos que publicó en el Philosophical Magazine
en 1913, enunció cuatro postulados: 1) Un átomo posee un determinado
número de órbitas estacionarias, en las cuales los electrones no radian
ni absorben energía, aunque estén en movimiento. 2) El electrón gira
alrededor de su núcleo de tal forma que la fuerza centrífuga sirve para
equilibrar con exactitud la atracción electrostática de las cargas
opuestas. 3) El momento angular del electrón en un estado estacionario
es un múltiplo de h/2p (donde h es la constante cuántica universal de
Planck).
Según el cuarto postulado, cuando un
electrón pasa de un estado estacionario de más energía a otro de menos
(y, por ende, más cercano al núcleo), la variación de energía se emite
en forma de un cuanto de radiación electromagnética (es decir, un fotón).
Y, a la inversa, un electrón sólo interacciona con un fotón cuya
energía le permita pasar de un estado estacionario a otro de mayor
energía. Dicho de otro modo, la radiación o absorción de energía sólo
tiene lugar cuando un electrón pasa de una órbita de mayor (o menor)
energía a otra de menor (o mayor), que se encuentra más cercana (o
alejada) respecto al núcleo. La frecuencia f de la radiación emitida o
absorbida viene determinada por la relación: E1-E2=hf, donde E1 y E2 son
las energías correspondientes a las órbitas de tránsito del electrón.
Merced
a este último y más complejo postulado, Borh pudo explicar por qué, por
ejemplo, los átomos de hidrógeno ceden distintivas longitudes de onda
de luz, que aparecen en el espectro del hidrógeno como una distribución
fija de líneas de luz conocida como serie de Balmer.
En
un principio, esta estructura del átomo propuesta por Bohr desconcertó a
la mayor parte de los científicos de todo el mundo; pero, a raíz de que
su colega y maestro Rutherford le felicitara efusivamente por estos
postulados, numerosos investigadores del Centro y el Norte de Europa
comenzaron a interesarse por las ideas del físico danés, y algunos de
ellos -como James Franck (1882-1964) y Gustav Hertz (1887-1975)-
proporcionaron nuevos datos que confirmaban la validez del modelo de
Bohr. Su teoría se aplicó, en efecto, al estudio del átomo de hidrógeno,
aunque enseguida pudo generalizarse a otros elementos superiores,
gracias a la amplitud y el desarrollo que le proporcionó el trabajo de
Arnold Sommerfeld (1868-1951) -que mejoró el modelo del danés para
explicar la estructura fina del espectro-. De ahí que los postulados
lanzados por Bohr en 1913 puedan considerarse como las bases donde se
sustenta la Física nuclear contemporánea.
Con la
formulación de estos postulados, Niels Borh logró, en efecto, dar una
explicación cuantitativa del espectro del hidrógeno; pero,
fundamentalmente, consiguió establecer los principios de la teoría
cuántica del átomo en la forma más clara y concisa posible. Pero, ante
todo, su gran acierto fue señalar que estos principios eran irracionales
desde el punto de vista de la mecánica clásica, y advertir que
requerían una nueva limitación en el uso de los conceptos ordinarios de
causalidad.
Para fijar las circunstancias en que
debían concordar la mecánica clásica y las nuevas teorías de la mecánica
cuántica, Borh estableció en 1923 el denominado principio de correspondencia,
en virtud del cual la Mecánica cuántica debe tender hacia la teoría de
la Física tradicional al ocuparse de los fenómenos macroscópicos (o,
dicho de otro modo, siempre que las constantes cuánticas llegue a ser
despreciables).
Sirviéndose de este principio, Bohr y
sus colaboradores -entre los que se contaba el joven Werner Karl
Heisenberg (1901-1976), otro futuro premio Nobel de Física- trazaron un
cuadro aproximado de la estructura de los átomos que poseen numerosos
electrones; y consiguieron otros logros como explicar la naturaleza de
los rayos X, los fenómenos de la absorción y emisión de luz por parte de
los átomos, y la variación periódica en el comportamiento químico de
los elementos.
En 1925, su ayudante Heisenberg enunció el principio de indeterminación o de incertidumbre,
según el cual era utópica la idea de poder alcanzar, en el campo de la
microfísica, un conocimiento pleno de la realidad de la Naturaleza en sí
misma o de alguna de las cosas que la componen, ya que los instrumentos
empleados en la experimentación son objetos naturales sometidos a las
leyes de la física tradicional.
La formulación de
este luminoso principio de Heisenberg sugirió, a su vez, a Bohr un nuevo
precepto: el principio de complementariedad de la Mecánica cuántica.
Partiendo de la dualidad onda-partícula recientemente enunciada por el
joven Louis de Broglie (1892-1987) -es decir, de la constatación de que
la luz y los electrones actúan unas veces como ondas y otras como
partículas-, Bohr afirmó que, en ambos casos, ni las propiedades de la
luz ni las de los electrones pueden observarse simultáneamente, por más
que sean complementarias entre sí y necesarias para una interpretación
correcta.
En otras palabras, el principio de complementariedad
expresa que no existe una separación rígida entre los objetos atómicos y
los instrumentos que miden su comportamiento. Ambos son, en opinión de
Bohr, complementarios: elementos de diversas categorías, incluyendo
fenómenos pertenecientes a un mismo sistema atómico, pero sólo
reconocibles en situaciones experimentales físicamente incompatibles.
Siguiendo
este razonamiento, Bohr también consideró que eran complementarias
ciertas descripciones, generalmente causales y espacio-temporales, así
como a ciertas propiedades físicas como la posición y el momento
precisos. En su valioso ensayo titulado Luz y vida (1933), el
científico danés, dando una buena muestra de sus singulares dotes para
la especulación filosófica, analizó las implicaciones humanas de este principio de complementariedad.
En
la década de los años treinta, el creciente interés de todos los
científicos occidentales por el estudio del interior del núcleo del
átomo -con abundante experimentación al respecto- llevó a Bohr al
estudio detallado de los problemas surgidos al tratar de interpretar los
nuevos conocimientos adquiridos de forma tan repentina por la Física
atómica. Fue así como concibió su propio modelo de núcleo, al que
comparó con una gota líquida, y propuso la teoría de los fenómenos de
desintegración nuclear. Con ello estaba sentando las bases de la fisión
nuclear, que acabaría dando lugar al más poderoso instrumento de
exterminio concebido hasta entonces por el ser humano: la bomba atómica.
Bohr
no llegó, empero, en primer lugar al hallazgo de la fisión nuclear,
conseguida por vez primera -como ya se ha indicado más arriba- por Otto
Hahn y Fritz Strassmann, en el Berlín de 1938. El 15 de enero de 1939
llevó las primeras nuevas de este logro científico a los Estados Unidos
de América, en donde demostró que el isótopo 235 del uranio es el
responsable de la mayor parte de las fisiones. Durante este fructífero
período de colaboración, en el Instituto de Estudios Avanzados de
Princeton (Nueva Jersey), con J. A. Wheeler, esbozó una nueva teoría del
mecanismo de fisión, según la cual el elemento 94 -es decir, el
plutonio, que no habría de ser obtenido hasta un año después por Glenn
Theodore Seaborg (1912-1999)-, tendría, el proceso de fisión nuclear,
idéntico comportamiento al observado en el U-235.
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Si que tiene una gran vida científica pues me refiero a el así porque formo parte de la linea de las teorías atómicas quien fue un paso mas ala ciencia con su modelo fue complicado y pasar años para nuevamente surgiera un hombre como el pero con esa gran capacidad para establecer inclusive postulados tuvo que saber muy bien lo que hacia es un personaje ami parecer envidiable y admirable pues no solo aporto a la química si no ala física y muchas ramas sin el tal vez nuestros modelos no tendrian muchos fundamentos y la materia átomo ningún sustento cientifico
ResponderEliminarBohr, es uno de mis científicos favoritos, físico, hizo muchos descubrimientos, todos, bien fundamentados, y puede que no estén en lo correcto sus teorías, pero en su tiempo sirvieron de mucho, si bien no fueron los correctos, si son las bases para seguir; en la teoría atómica se menciona mucho, de hecho, en mi línea de tiempo aparece varios de sus descubrimientos, claro esta relacionado con la teoría atómica.
ResponderEliminarSoto Jiménez
Este cientificos es muy importante en mi opinion en mi libro lo pondria entre los primeros 10 cientificos que dieron un gran aporte a la quimica en general al igual que la fisica le dio alma y corazon a sus analisis y descubriientos "rescatando los atomos" por esta misma razon se le dio el nombre uno de los atomos como el atomo de bohr....
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